En 1925 se estableció Omiya como la ciudad del bonsai en Japón, en un principio lo configuraban algo más de 30 jardines y aunque en la actualidad son 6, consideramos que es visita obligada para los amantes del bonsai.
La apertura de Japón al turismo y más tarde la inauguración del Museo de bonsai ha hecho resurgir la zona en los últimos años.
Hemos visitado Omiya en bastantes ocasiones, sus jardines de bonsai son una fuente de inspiración y aprendizaje, en ellos se exhiben tanto importantes ejemplares, incluso alguno de la colección imperial, como material de reproducción.
Siempre sin interrumpir, con el máximo respeto y si te lo permiten, hay que observar cómo trabajan los profesionales del jardín, fijándonos en todos los detalles, los medios con los que cuentan, el orden y la limpieza. Todo está pensado, son muchos años los que llevan trabajando en el bonsai y son los maestros.
Aprendemos paseando por sus pasillos, nos detenemos ante las circunstancias en ocasiones más evidentes o sencillas, como comprobar el tipo de abono que utilizan, como lo mantienen, el sustrato, la frecuencia de riego, los trabajos de torsión, alambrado, o no alambrado, etc.
Clases prácticas que son una recompensa si haces el esfuerzo de llegar hasta allí.
La cantidad de especies diferentes que se cultivan llama la atención ya que no es lo habitual en Japón, hay gran variedad de coníferas, arces, frutales, azaleas, lagestroemias, etc.
Omiya se encuentra a pocos kilómetros de Tokio y nuestro consejo es que ocupéis dos días en la visita. Tanto el Museo como los jardines de bonsai son obligatorios, pero alrededor se encuentran santuarios y parques en los que merece la pena pasar unos minutos e incluso descansar ya que en ocasiones las distancias entre los diferentes jardines son grandes.
En el Museo del bonsai facilitan un mapa de la zona con la localización de los lugares de interés
En la actualidad son 6 los jardines abiertos, en la mayoría no es necesario pagar, la puerta está abierta y la entrada es libre.
En algunos de ellos hay una pequeña exposición y puedes comprar herramientas o macetas. El surtido no es muy extenso y los precios están algo por encima de lo que puedes encontrar en otros lugares.
Son tantas las bellezas que a pesar de que siempre vamos despacio, en cada visita encontramos ejemplares nuevos, algunos seguro que ya estaban, pero la cuestión es disfrutar con su contemplación, como ejemplo los bosques de Saburo Kato que en muchas ocasiones me han servido de inspiración en mis trabajos.
A dónde el bonsai me lleve”
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