Siempre que viajamos a Japón nos gusta visitar la multitud de templos que vamos encontrando en el camino. La espiritualidad, el silencio, el amor por la naturaleza, la exaltación de la belleza natural y sencilla, son algunas de las sensaciones que percibimos y nos cargan de energía.
Los jardines que rodean los edificios de los templos son generalmente una fuente de inspiración y aprendizaje para nuestro ejercicio profesional y personal, observar a los maestros jardineros, su obra y su trabajo es una de las maravillosas tareas que nos imponemos cada vez que visitamos este increible país.
El agua es uno de los elementos fundamentales en todos estos lugares. Fuentes, lagos, ríos y cascadas son frecuentes y conviven con pequeñas plantas, árboles, arbustos, maderas y esculturas, linternas o simples piedras.
Movidos por el afán de aprender y disfrutar, nos gusta investigar las tradiciones y conocer las creencias de los lugares que visitamos.
Desde el primer viaje a Japón nos llamaron la atención los espacios dedicados a las ceremonias de ablución, Temizu. Se encuentran a un lado del camino, a la entrada de templos y santuarios, siendo la primera parada que hacen los peregrinos y visitantes con el fin de despojarse de la maldad e impureza.
Cubiertos por pequeñas construcciones de piedra o madera y paja, lo componen tres elementos, pila, grifos y cazos.
En ocasiones se encuentran más de una pila de piedra con varios grifos que frecuentemente representan unas magníficas figuras en bronce o piedra de donde el agua mana constantemente. Junto a ellos, perfectamente alineados, varios cazos de metal con el mango en madera o bambú.
El Temizu es un ritual de purificación y limpieza consistente en varios pasos:
Primero con la mano derecha cogemos uno de los cazos dispuestos junto a la pila, lo llenamos de agua y la vertemos sobre nuestra mano izquierda a fin de limpiarla. A continuación, invertimos el movimiento y con la mano izquierda cogemos el cazo vertiendo el agua sobra la derecha. De nuevo, con el cazo lleno, lo acercamos a la boca y bebemos una pequeña cantidad con el fin de limpiar boca y cuerpo.
Terminamos colocando el cazo, de nuevo con agua, de manera vertical consiguiendo que el agua que cae por el mango lo higienice, posándolo boca abajo en el lugar previsto para ello.
Han sido bastantes horas de observación hasta conocer cómo realizar correctamente este ritual y hacerlo sin sentir la mirada curiosa de los otros peregrinos o visitantes.
Rituales de ablución que se repiten en los santuarios sintoístas y en algunos templos budistas, aunque en estos últimos son más frecuentes los enormes incensarios, y que aconsejamos llevar a cabo con respeto al lugar y a sus moradores.
“A dónde el bonsai me lleve”