Si disfrutas con la naturaleza y te encuentras en Tokio la visita a los jardines del Palacio Imperial parece obligada en cualquier momento del año. Os animamos a recorrerlos.
Hay que tener en cuenta a la hora de planificar la cita que la residencia de los Emperadores de Japón está situada dentro de este espacio y la seguridad hace imprescindible las limitaciones de horarios y calendarios, por ello las zonas abiertas a visitantes ocupan únicamente una pequeña parte del recinto.
Comenzamos la visita atravesando un precioso puente de piedra sobre las aguas de un cuidadísimo foso, que repleto de aves y plantas, da paso a una enorme puerta de madera situada en los muros de la fortaleza.
A poco de pasar el control de entrada llegamos a los jardines. Su aspecto en general es “diferente” a la idea que tenemos de los jardines japoneses. Sus espacios son amplísimos, abiertos, zonas de césped extensísimas, que en ocasiones nos recuerdan otro tipo de jardín o parque en cualquier lugar del mundo.
Al comienzo nos recibe un tupido y atractivo bosque de bambús y enseguida llegamos a la zona que nos parece la más atractiva del jardín, un precioso y enorme lago en el que linternas de piedra, puentes de madera y piedra, se funden con la vegetación, lotos, bambús, y multitud de plantas acuáticas imposibles de reconocer en la distancia. Alrededor, marcando caminos y vistas, impresionantes pinos parviflora, thumbergii, lagestroemias florecidas, azaleas, … todos con la única intención de hacer de este espacio el punto de atención más importante de la visita.
Muchos de los edificios que ocupaban el recinto no se conservan en la actualidad. Diferentes circunstancias como incendios y la devastadora II Guerra Mundial los fueron destruyendo y no todos se reconstruyeron. Estos mismos hechos han modificado los espacios que ocupa el jardín.
Diseminados encontramos diferentes edificios empleados para la gestión y administración del recinto, además el Museo de las Colecciones Imperiales y los cimientos de la antigua torre del castillo.
El paseo nos va llevando por caminos de tierra y piedras, perfectamente delimitados con zonas de descanso.
Nos paramos ante un grupo de impresionantes zelkovas serratas, todo un ejemplo para los bonitos ejemplares que cultivamos en bonsai.
Según se menciona en la guía del jardín hay más de 2000 pinos, algunos se pueden ver en el recorrido, todos primorosamente trabajados y ocupando lugares estratégicos. Igualmente, claros ejemplos que trasladar al diseño de bonsái.
Impresionan las laderas de camelias, y en particular unos ejemplares espectaculares de alcanforeros, que nos incitan a recoger algunas hojas y disfrutar del increíble olor que trasmiten.
Terminando el recorrido encontramos una pequeña zona donde se cultivan árboles frutales, algo poco común en este tipo de jardines, llegamos a distinguir ciruelos, cítricos, caquis, manzanos, perales y melocotoneros.
Todo un bello conjunto que trasmite serenidad, belleza y un gran amor por la naturaleza.
Volveremos.
“A dónde el bonsai me lleve”