Considerado como uno de los tres “grandes” junto Kenrokuen (Kanazawa) y Korakuen (Okayama), el jardín Kairaku-en se ubica en la localidad de Mito, Prefectura de Ibaraki, a unos 120 km al Noreste de Tokio.

 

 

Aunque es un jardín diseñado para disfrutarlo en las cuatro estaciones, durante la floración de los ciruelos (Prunus mume) es cuando alcanza su máximo apogeo. Cuenta con más de 3000 ciruelos y más de 100 variedades distintas. La floración tiene lugar a finales de Febrero, cuando se celebra el Festival del Ciruelo de Mito (Mito Ume Matsuri).

 

 

Mandado construir por Nariaki Tokugawa en 1841, pudo ser visitado por el público desde el inicio de su apertura. El interior del jardín alberga un precioso pabellón tradicional con unas bellas vistas, Kobuntei (merecedor de un único y próximo artículo en el blog).

“Para ser disfrutado juntos” es la traducción que podríamos dar al nombre de Kairakuen.

 

 

Como es tradicional en los jardines japoneses, las piedras son elementos fundamentales formando parte de la decoración y el paisaje, o bien añadiendo a su natural belleza la de ser portadoras de mensajes, como la que encontramos a la entrada, una sencilla piedra, donde está escrito un Haiku de Shiki Masaoka haciendo alusión a la floración de los ciruelos. Otra de las inscripciones que podemos traducir resalta la importancia de la armonía entre el Jin y el Jang y su relación con el jardín.

 

 

La entrada norte está cerrada por la Omotemon, puerta construida en madera de pino, llamada Kukomon, (cuya traducción es puerta negra, debido al color de su pintura). Esta zona del jardín se salvó de la destrucción de los bombardeos de Agosto de 1945, por lo que esta puerta es la original de 1841.

 

 

Kairaku-en me pareció un parque de fácil y agradable paseo, donde disfrutar sin prisas de las variadas zonas que lo conforman, un majestuoso bosque de bambú, imponentes cedros, algunos catalogados con más de 800 años, causándome especial impresión un doble tronco.

 

 

Entre los cedros encontramos una gran piedra blanca de la que emanan aguas termales.

 

 

Además de los citados Mumes, el jardín se complementa con Pinos, Criptomerias, Arces, Camelias (ejemplares bellísimos), Glicinias y agrupaciones de Azaleas, (siempre presentes en todos los jardines japoneses), quiero hacer especial mención a la variedad Kirishima de la que había muchos ejemplares.

 

 

Hacia el sur se cierra el jardín con un riachuelo que da lugar a unos pequeños lagos, entre los que se puede pasear y contemplar la ladera de árboles desde otra bella vista.

 

 

Sin duda estos monumentales parques requieren de más de una visita, nosotros la emplazamos para un nuevo viaje a Japón, quedan muchos bellos rincones por descubrir.

 

 

Carlos Lázaro
“A dónde el bonsái me lleve”