Estamos en Febrero, para profesionales y aficionados al bonsai, un momento de gran actividad, es tiempo de trabajo, podas, alambrados y trasplantes.

 

 

Este año, entre otros muchos, previmos el trasplante de este ejemplar de Olmo parvifolia. Llegó a nosotros hace 3 años presentando un espectacular tronco pero con una ramificación escasa, por lo que nos hemos limitado a afianzar el desarrollo de raíces.

 

 

Al comprobar que había sido trasplantado en origen hacía poco y que la tierra no estaba mal, decidimos esperar un tiempo prudencial hasta conseguir un buen cepellón de raíces y que se aclimatara a su nuevo jardín.

 

 

En este caso y siempre que tenemos que realizar el trasplante de un bonsai pesado o de grandes dimensiones, somos dos personas las que efectuamos el trabajo, intentando llevarlo a cabo con la mayor seguridad y evitando cualquier posible daño al árbol.

Una vez en el taller y antes de comenzar con el trasplante, procedimos con la poda de ramificación.

 

 

En ocasiones sacar el bonsai de la maceta es una tarea complicada, pero en este caso ayudados de la hoz de trasplante, el árbol salió pasados unos minutos con poca dificultad.

Una vez fuera comprobamos como el buen cultivo había formado un excelente cepellón confirmándonos que era el momento perfecto para el trasplante.

 

 

El cambio de maceta no se dudó en ningún momento, el nuevo aspecto precisaba un cambio radical. A su llegada este árbol tenía una apariencia tosca y la maceta no ayudaba a descubrir ni realzar el nebari y las poderosas ramas que lo configuran. Por eso aprovechando estos trabajos aprovechamos a dar a este olmo un aire diferente, la maceta de origen era muy pesada en todos los sentidos, visual y física, por lo que dado que el cepellón de raíces nos los permitía elegimos una maceta más plana y esmaltada de color azul.

 

 

El sustrato es la mezcla habitual que venimos utilizando y comercializando desde hace más de 20 años.

Como las temperaturas pueden seguir siendo bajas y con el fin de proteger las raíces, pusimos una capa de musgo sphagnum sobre el sustrato, con el fin de preservar y mantener la temperatura de su sistema radicular.

 

 

El siguiente paso siempre después de un trasplante es un riego abundante hasta conseguir que el agua salga clara y abundante por los agujeros de drenaje de la maceta.

 

 

Prudentemente el bonsai lo hemos situado en una zona protegida, un invernadero frio donde pasará los primeros días después del trasplante.

 

 

En pocas semanas con la subida de temperaturas y los días más largos el árbol comenzará a brotar y lo colocaremos de nuevo en el jardín.

 

Carlos Lázaro
“A dónde el bonsái me lleve”