Al Sur de Nara se encuentra el pueblo de Yoshino, lugar de peregrinación para los japoneses durante el mes de Abril con el fin de contemplar uno de sus espectáculos favoritos. En el valle florecen en torno a 30.000 cerezos (Sakura) que desde tiempo inmemorial se han ido plantando de manera escalonada por la montaña, lo que configura un paisaje inigualable.
Aquí tuvo su sede una corte paralela a la de Kioto, con el Emperador Go-Daigo, más tarde albergaría su propia tumba. Pasaron también otras figuras importantes para la historia de Japón como Yoshitome Minamoto, (s XII) General y hermano del primer Shogún Kamakura Toyotomi Hideyoshi (1594) que eligió este lugar para las fiestas de Hanami.
Después de una tormentosa subida, montaña arriba, nos encontramos con el Templo de Mikumari, construcción que marca unas diferencias interesantes con respecto a otros templos sintoístas.
Este recinto designado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, data de 1605, mandado construir por Toyotomi Hideyori, con destacadas influencias chinas.
Dedicado a Mikumari, diosa femenina asociada al agua, a la fertilidad y al nacimiento seguro. Alberga otros seis Kamis más, relacionados con Mikumari.
Alberga una estatua de madera registrada como Tesoro Nacional de Japón. Así como algunos santuarios portátiles denominados Mikoshi.
Se accede por una empinada escalera que conduce a una bonita puerta, quedando a la izquierda la habitual fuente o depósito de agua para las ablaciones rituales.
Una vez atravesada dicha puerta nos encontramos con un jardín rectangular cerrado por las respectivas líneas de edificios, quedando a la derecha los más elevados con acceso por escaleras de piedra.
Esta construido con el estilo Nagare-Zukuri con edificios de madera decorados con pintura dentro de los gustos sintoístas.
Cuando lo visitamos no había nadie más que nosotros, el silencio y recogimiento, junto con los edificios y el jardín, provocaban un especial ambiente del que parecía emanar una energía de esas viejas y magníficas construcciones, que, sin duda, compensaba la búsqueda y subida por el monte Yoshino. Un lugar profundamente evocador.
Nos llamó la atención un pino, del que por un lado salen las típicas acículas de un Parviflora, mientras que por el otro, las acículas pertenecían a un Thumbergii. Al acercarnos a ver de qué se trataba pudimos comprobar que los dos salían de un solo pie. La situación era clara, el Parviflora estaba injertado en pino Thumbergii, lo sucedido es que muchas de las ramas originadas del primero habían ido muriendo quedando a merced de unas nuevas ramas que habían brotado por debajo del injerto con mucha más fuerza. Teniendo hoy en día más masa verde de Thumbergii que de Parviflora. Seguimos aprendiendo de la Naturaleza.
Un recóndito lugar propicio para los buscadores de la Historia que quieren alejarse de las rutas más transitadas y seguir aprendiendo de los antiguos.
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