Sabemos que el riego es una de las técnicas más importantes del cultivo en bonsái. Regar en invierno conlleva unos cambios importantes con respecto al resto del año.
Hay dos aspectos a tener en cuenta, el primero es el componente meteorológico y el otro los cambios que se producen en la actividad de los árboles.
Temperatura, heladas, vientos fuertes y fríos, lluvias, nevadas y otras variantes en la climatología condicionan la forma o mejor dicho la frecuencia de los riegos.
Posiblemente las heladas y la consiguiente bajada de temperaturas sea nuestro peor enemigo a la hora de decidir si regar o no regar. Por un lado es verdad que nuestro sustrato y las raíces no pueden llegar a secarse, intentar que estas se encuentren en las mejores condiciones será tarea a conseguir por nuestra parte. Por otro lado parece lógico pensar que si la tierra de nuestro bonsái está helada no debemos regar ya que al hacerlo el agua se convertiría en más hielo. No queda más remedio que para poder regar esperar a que desaparezca el hielo y entonces regar para que el sustrato pueda retener el agua necesaria, esto suele ser posible cuando entra más el día y nos acercamos al mediodía. Evitaremos regar por la tarde en la medida que las temperaturas vuelvan a bajar y nos puedan pillar con el sustrato muy mojado.
La situación de riego puede cambiar mucho dependiendo por tanto, de la zona climática en la que vivamos, pudiendo llegar a tener que proteger nuestros bonsáis en algún tipo de invernadero frío. Si no es así con la pequeña subida de temperaturas hacia el mediodía puede ser suficiente para que se retire la pequeña helada de la mañana y esta nos facilite la tarea del riego.
Otra alternativa de protección será la de poner una capa de musgo “esfagnum” para contener un poco el hielo en la superficie.
El otro aspecto es el cambio de necesidades en los bonsáis a la hora del consumo de agua. La pérdida de hoja en los caducifolios y el letargo invernal en el que entran los árboles, como las variaciones propias de cada especie, condicionan dicho consumo.
Este menor consumo nos proporciona una cierta relajación comparada con la esclavitud del riego en pleno verano y esto puede convertirse en un arma de doble filo, por lo que no debemos dejar de vigilar las necesidades hídricas en nuestros bonsáis.
Por todo esto el riego en invierno alcanza unas connotaciones concretas y bien diferenciadoras de otras épocas o estaciones del año, no es ni más fácil ni más difícil, simplemente diferente en algunos aspectos y que nosotros con la observación nuestros bonsáis y un poco de sentido común, proporcionarles el agua necesaria, pensando siempre en las necesidades que en cada momento puedan tener.
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