Categoría: Viajes

Museo Takagi

Cuando hace más de 20 años planifiqué mi primer viaje a Japón tenía claro que el Museo Takagi de bonsáis era uno de los lugares que no podía faltar en nuestro itinerario.

 

 

El edificio Meiko Shokai donde estaba ubicado el Museo se encuentra en pleno centro de Tokio. Las dependencias visitables ocupaban los pisos 8º y 9º, algo inaudito en un primer momento, pero esto es Japón donde las ideas preconcebidas no tienen lugar; así que la primera sorpresa fue cuando el vehículo nos paró en la puerta del Museo donde no se veía ni un pequeño jardín.

 

 

Confirmándonos que nos encontrábamos en el lugar previsto nos dieron la bienvenida dos figuras impresionantes de perros apostadas a los lados de la puerta a pie de calle, y apoyando la confirmación de la entrada al Museo un carrito con algunos pequeños bonsáis, sorprendentemente sin vigilancia.

 

 

Las áreas de exposición comprendían terrazas al aire libre y salas cerradas. El primer impacto al visitar la terraza fue increíble, simulaba un pequeño jardín japonés y desde luego nada hacía pensar que estuviéramos en un piso 9º de un edificio en el centro de Tokio. Pinos y arces, así como plantas de acento, se exponían en un magnifico marco, entre piedras y agua, rodeados de la clásica balla de cualquier jardín japonés.

 

 

El poderoso pino parviflora expuesto marcó la visita, según nos explicaron es un árbol recuperado de la montaña, al que prudentemente se fue preparando poco a poco durante años antes de que se decidiera bajar a Tokio, donde tuvo que pasar un largo periodo de reconstitución hasta su exhibición en el Museo.

 

 

Las salas cerradas exhibían un número limitado de magníficos bonsáis, Juníperos, arces, lagestroemias, pinos, stewartias, chamaecyparis, … nos sorprendía ya no solo que estuvieran en salas con escasa iluminación, sino que algunos de ellos se exponían en vitrinas. Por ello y con el fin de preservar la salud de los árboles las estancias mantenían temperaturas controladas y el tiempo de permanencia de los bonsáis era muy corto.

 

 

Por lo que nos explicaron y pudimos apreciar en terrazas al exterior no visitables el número de árboles no expuestos era infinitamente mayor, la rotación de exhibición era enorme, por lo que cada visita al Museo era completamente diferente.

 

 

En las vitrinas se exponían magníficas piezas de cerámica, maravillosas macetas antiguas de bonsai y valiosas mesas de madera.

 

 

 

Desgraciadamente hace ya muchos años que este Museo cerró y sus obras se disgregaron por Japón. Algunas he podido volver a ver en algún jardín privado, como el magnífico pino parviflora que en la actualidad se exhibe en el Museo de Omiya de bonsai.

 

 

 

A pesar de los años pasados nuestro recuerdo del Museo Takagi sigue vivo.

 

Carlos Lázaro
“A dónde el bonsái me lleve”

Bonsais en la carretera

El bonsai es sin duda el motivo principal que nos lleva a realizar nuestros viajes a Japón, descubrir y disfrutar de los diferentes viveros que nos vamos encontrando en el camino, conocer y conversar con sus profesionales, nos hace entender y apreciar el momento que está viviendo Japón con relación a este arte.

 

 

Como en cualquier medio, y el bonsai no es diferente, encontramos colecciones admirables con piezas espectaculares, pero también pequeños jardines, negocios familiares, sorprendentemente caóticos.

 

 

Viajábamos por carreteras locales cerca de Iroshima en Japón, perdidos entre montañas y campos de arroz y fuera de cualquier ruta turística, cuando nos llamó la atención una gran cantidad de macetas de bonsai a la puerta de algo que parecía un jardín. Aunque no había ningún letrero que nos hiciera pensar que se trataba de un centro de bonsai, nos acercamos y fuimos recibidos por el propietario algo perplejo al descubrir a dos occidentales interesados por su trabajo.

 

 

Desde el primer momento percibimos el desbarajuste en el que convivían multitud de bonsáis y plantas, muchos eran simplemente proyectos en espera de ser trabajados. Curiosamente había bastante variedad en cuanto a especies, pero el desorden hacía complicado llegar a disfrutarlos.

 

 

Se percibía un exceso de trabajo por hacer y pocas manos para realizarlo, algo que en bonsai pasa frecuentemente. El entusiasmo por experimentar trabajos, estilos y especies, nos pueda llevar a sobrepasar nuestra capacidad para mantenerlos o realizarlos y en este jardín era palpable.

 

 

Una vez efectuada la primera ronda al jardín empezamos a descubrir entre la maleza piezas interesantes, sobre todo en tamaños pequeños, arces, juníperos, pinos, chaenomeles, … lo que hizo la visita mucho más interesante.

 

 

Según nos explicó el dueño visitábamos su jardín de producción, donde semilleros, esquejes, materiales de acodo, árboles en formación o enfermos esperaban su momento para ser trabajados.

 

 

Entre mesas y bancadas sobresalían grandes ejemplares de pinus parviflora y thumbergii que indicaban que habían pasado mejores momentos.

 

 

Causaba dolor comprobar que el exceso de ejemplares y la falta de limpieza había llevado a perder algunos bonitos ejemplares.

 

 

Finalizada la visita y como es habitual, los dueños, una pareja de indescifrable edad, nos hizo pasar a una pequeña habitación donde nos invitaron a tomar un te, demostrando la hospitalidad de la que siempre hacen gala los profesionales japoneses de bonsai.

 

 

Carlos Lázaro
“A dónde el bonsái me lleve”

Flores de crisantemo en roca

No cabe duda de que mi afición al bonsai me ha animado a descubrir y valorar otros muchos elementos naturales, su conocimiento y la simple contemplación es una lección de vida que no debemos perdernos.

 

 

En concreto en este artículo quiero compartir una bonita experiencia que vivimos en uno de nuestros viajes a Japón y que fue el descubrimiento de una impresionante colección de Piedras de Crisantemo.

 

 

Como casi cada año recorríamos los alrededores del Monte Fuji atraídos por la maravillosa naturaleza que lo envuelve y decidimos visitar el Monasterio de Suwa tomando como referencia de varias noches el hotel Kagetsu en Isawa.

 

 

Rodeado de aguas termales el hotel es un magnífico ejemplo de los alojamientos tradicionales japoneses, en él se funden bienestar y cultura, lo que es toda una magnifica experiencia.

 

 

El agua es un elemento fundamental en la decoración del hotel, pequeños ríos y lagos recorren pasillos y jardines. Abundan espectaculares ejemplares de árboles, algunas especies difíciles de encontrar como los scianopitis. En entradas, rincones y a veces escondidas hay una gran variedad de linternas de piedra. También colocadas estratégicamente se encuentran magníficas formaciones rocosas.

 

 

Fue en este entorno donde descubrimos una increíble exposición de piedras de Crisantemo, la más extensa que hemos podido contemplar.

Se encuentran formando parte del ornamento del jardín y como elementos decorativos dentro de zonas de exposición en el interior.

 

 

En el exterior algunas de las rocas son de gran tamaño y se exponen tal y como se encontraron en la naturaleza.

En general las flores son de color blanquecino y nos recuerdan a las del crisantemo. En esta exposición se muestran fácilmente visibles, perfectamente dibujadas en las piedras oscuras, casi negras, pero también se descubren a través de pliegues y orificios. En ocasiones la flor aparece a ras del material de la piedra o bien presentando un gran relieve lo que las hace especialmente espectaculares. Otro aspecto sorprendente es que algo que ha formado la naturaleza se presente tan homogéneo y proporcionado en los tamaños y formas de los pétalos.

 

 

Su composición puede variar, la más habitual es de cristales de celestina, pero también se encuentran de calcita, calcedonia y dolomita.

Proceden de China y Japón donde son muy apreciadas en los ámbitos religiosos y esotéricos, relacionándose con la felicidad, longevidad e incluso la inmortalidad, atribuyéndose propiedades relajantes y protectoras.

 

 

Para Japón el crisantemo es un símbolo nacional asociado a la casa imperial, por lo que estas piedras son elemento fundamental en su cultura.

En ocasiones he encontrado algunas de estas piedras tintadas o pintadas con el fin de resaltar formas y colores, lo que le que le resta la naturalidad que en general se busca, son elementos simplemente decorativos a la venta en comercios de todo tipo.

Los ejemplares de calidad se distinguen fácilmente, evitar el brillo y la perfección puede ser un buen principio.

 

 

Carlos Lázaro
“A dónde el bonsái me lleve”

Urakuen y sus Casas de té

Como siempre, la curiosidad y las ganas de conocer lo más a fondo posible la cultura japonesa, nos llevó a la ciudad de Inuyama con el fin de visitar el jardín Urakuen. Cuando cruzamos sus puertas de entrada lo hicimos con la convicción de que íbamos a visitar un bonito jardín japonés, pero superó todas nuestras expectativas.

 

 

Está situado en Inuyama, a poca distancia de Nagoya (Japón), cerca del castillo de la ciudad, pero el entorno no te hace prever lo que vas a encontrar detrás de unas maravillosas puertas de madera con techo de corteza de ciprés.

 

 

Desde el aparcamiento se accede a la tranquilidad del hermoso jardín; bellos espacios extremadamente cuidados, agua, piedras, naturaleza en perfecta armonía y preservando todos los detalles.

 

 

Los caminos trascurren entre viejas linternas de piedra, rocas cubiertas de musgo, fuentes y gran cantidad de plantas y árboles.

 

 

El estado de orden y limpieza es impecable, lo que contribuye a crear una atmósfera de absoluta tranquilidad, ni siquiera el grupo de trabajadores que subidos a altísimas escaleras limpian las agujas viejas de los pinos, rompen el silencio.

Especialmente bello un bosque de bambú, la sencillez y elegancia de su porte apoyan a que este magnífico jardín sea un perfecto remanso de paz.

 

 

Urakuen está diseñado teniendo en cuenta la estética de la ceremonia del té. Dentro se encuentran cuatro sencillas y enigmáticas casas de té.

 

 

Casa de Té Jo-an es una de las Casas de Té más famosas de Japón y está registrada como Tesoro Nacional. Fue construida originalmente en 1618 como parte de un complejo de templos en Kyoto, y trasladada en 1972 a su ubicación actual.

 

 

El diseño fue llevado a cabo por Urakusai un notable Maestro de Té, discípulo del gran Maestro de la Ceremonia de Té Sen no Rikyu. A principios del siglo XVII, Urakusai se convirtió al cristianismo renunciando a su pasado militar y se retiró a vivir una vida tranquila en este hermoso jardín.

 

 

Su casa Syodenin Shoin forma parte del complejo y en ocasiones se abre al publico para exhibir sus importantes pinturas.

Otra de las casas de Té es Genan, restaurada basándose en antiguos diseños. Nos llama la atención la disposición del salón, ya que el anfitrión preside la estancia desde una posición elevada.

 

 

Casa de Té Koan, esta de nueva construcción fue diseñada para la organización de ceremonias de Té. Como curiosidad, a la entrada, encontramos una fuente que emite peculiares sonidos que un empleado del jardín insiste en que escuchemos.

 

 

Hacemos un alto en nuestro viaje para disfrutar la experiencia de la Ceremonia del Té, servido en auténtica porcelana de Inuyama y acompañado por los dulces únicos de Urakuen. Sentados, contemplando el jardín, todo el entorno nos hace sentir la esencia de la belleza del jardín japonés y la Ceremonia del Té.

 

 

Carlos Lázaro
“A dónde el bonsái me lleve”

Un paseo por el jardín Sankeien, tradición, cultura y naturaleza

Aunque es el bonsai el objetivo principal de nuestros viajes a Japón, la cultura, el amor y el respeto por la naturaleza nos cautivó desde el momento que pusimos por primera vez un pie en este maravilloso país.

 

 

En esta ocasión queremos presentaros uno de los jardines clásicos japoneses más curiosos que hemos visitado, el Jardín Sankeien.

 

 

Ubicado en la industrializada Yokohama, sorprende que en esta moderna y extravagante ciudad pueda encontrarse un lugar tradicional del antiguo Japón. Un punto de encuentro para los amantes de la naturaleza, de la historia y la cultura.

 

 

Comprende un terreno de 175.000 m2 donde se reparten diferentes y valiosos edificios históricos que fueron trasladados desde todo el país por Tomitaro “Sankei” Hara, un rico comerciante de la seda, que hizo de este maravilloso jardín su residencia familiar.

 

 

Nació en 1902 con el propósito de fomentar las artes y dado que la cultura japonesa se inspira en la naturaleza resultó el lugar idílico y así se mantiene hasta nuestros días.

Desgraciadamente durante la Segunda Guerra Mundial fue fuertemente dañado y en 1953 la familia Hara lo cedió a la Fundación Sankeiken Hoshokai que se encargó de su restauración.

 

 

A la entrada al jardín nos recibe un enorme estanque, los senderos van guiándonos hacia bucólicos paisajes que reproducen un hermoso entorno natural, pequeñas cascadas, estanques, bosques de bambú, maravillosos ejemplares de árboles y delicados bosques de arces.

 

 

Vamos encontrando los viejos edificios diseminados por laderas y montañas, algunos datan de los siglos XVI y XVII, todos declarados Bienes de Interés Cultural por el Gobierno japonés.

 

 

Destacamos por especialmente bello el precioso jardín interior donde se ubica el impresionante edificio de la que fue la residencia familiar del fundador, con vistas a un encantador estanque, bonitos pasadizos de madera, puentes y miradores, desde donde admirar la maravillosa naturaleza.

 

 

En general las edificaciones se pueden visitar, con excepción de la pagoda de tres pisos del templo Tomyoji, traída desde Kioto y datada en 1457, preside una de las colinas y se puede divisar desde todos los puntos del jardín.

 

 

También, especial y diferente, destaca la antigua casa de Yanohara, traida desde Shirakawa-go Village en 1960, es una casa de campo, totalmente equipada lo que nos permite descubrir cómo era la vida cotidiana en una granja. Recordamos el artículo que publicamos sobre estas estas curiosas y tradicionales construcciones en https://bonsaicolmenar.com/blog/shirakawa-go-las-manos-que-rezan/

 

 

Encontramos antiguas casas de te diseminadas por los caminos, una de ellas abierta al público nos permite hacer una pequeña pausa y degustar un maravilloso y reconfortante té.

 

 

Nos despiden junto al lago las flores de loto, una impresionante glicinea, y viejos ejemplares de ciruelos que nos hacen desear volver en un próximo febrero para poder disfrutar con su increíble floración.

 

 

Carlos Lázaro
“A dónde el bonsái me lleve”

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